domingo, 4 de febrero de 2007

Zapatero, estás rodeado

Aunque esperado, el éxito de la manifestación de ayer fue enormemente gratificante. Lo de menos es que salieran a la calle diez veces más personas que las que logró movilizar para el 13-E, con toda su maquinaria mediática, el antes todopoderoso Gobierno; lo de menos es el contraste entre una manifestación (la del 13-E) donde la pancarta de cabecera avanzaba tranquilamente por el recorrido, y otra manifestación (la de ayer) donde la cabecera tardó dos horas en alcanzar la Puerta de Alcalá, porque el recorrido entero y las calles adyacentes estaban ya abarrotados antes de comenzar la manifestación. Lo de menos es la diferencia entre las caras de póquer de los culturetas que abrían la marcha el 13-E y las caras de satisfacción de quienes ayer se dirigieron desde la tribuna a la inmensa marea de personas que se dio cita en Madrid.


Esa comparación es lo de menos, porque ya esperábamos el contraste. Ya sabíamos que el PSOE ha perdido la calle. Zapatero tiene el Gobierno, pero ha perdido el poder. Sin la calle, y con el cobrador de ETA siguiéndole los pasos, lo que le resta de legislatura a Zapatero es una inmensa agonía en busca de una prórroga imposible.


Lo importante de ayer fue otra cosa: el color, el sonido y la emoción. Sorprende hasta qué punto se han vuelto las tornas en cuanto a la transmisión plástica de los mensajes. Frente a la manifestación gris, triste y uniforme de apoyo al Gobierno el 13-E, la de ayer fue una manifestación donde, miraras donde miraras, sólo había color. Un color imparable. La manifestación se inició, de hecho, con un estallido de color: la suelta de miles de globos rojos y amarillos que conformaron en el cielo, durante un minuto eterno, una enorme bandera española.

Después, durante una hora, el tiempo que tardó nuestra pancarta de los peones en poder empezar a moverse, todos aguantamos a pie firme. César Vidal y Amando de Miguel estaban con nosotros compartiendo esa espera alegre y sorprendentemente larga. Dos horas después del inicio, tan sólo habíamos conseguido recorrer unos doscientos metros. De hecho, sólo pudo avanzarse cuando la gente empezó poco a poco a marcharse de la manifestación, abriendo así un hueco entre la muchedumbre.

Mucho después de la hora prevista, empezaron los discursos, que no pudimos escuchar por la lejanía. Y al final, una novedad que quizá pase, por fin, a ser costumbre: sonaron los acordes del himno nacional, que sí pudimos oír en la distancia. El himno que nos representa a todos los españoles y que, precisamente por eso, a muchos nos emociona, mal que les pese a unos pocos.

Disuelta la manifestación, nos dirigimos a CATS para rendir un homenaje a una persona que para nosotros es muy especial: María Jesús, la madre de Irene Villa. Allí, en el escenario, Lookfor nos hizo llorar a todos con un discurso lleno de palabras de esperanza, de agradecimiento y, sobre todo, de cariño. De cariño hacia María Jesús y hacia todas las víctimas simbolizadas en ella. De cariño hacia alguien que ha sabido mantener una alegría contagiosa a la que es imposible sustraerse.

Es esa alegría indestructible la que va a conseguir expulsarte, Zapatero. No vas a poder resistirte al ataque combinado del color, del sonido y de la emoción de quienes sabemos que la razón, la calle y la alegría están de nuestra parte. Y cuando salgas de Moncloa por la puerta chica, la mirada y la sonrisa de María Jesús, que tú no has conseguido borrar, seguirán estando aquí. Y, además, triunfantes.

P.D. Ayer, en CATS, quedé como un auténtico cochero al realizar los agradecimientos por la organización del acto, olvidándome de mencionar a Juan Antonio Tirado y Javier Castro, de CityFM, que nos ayudaron a conseguir el local y a organizar el homenaje. Y tampoco le di las gracias a Rodolfo, el dueño de CATS, por las facilidades para la organización del acto. Desde aquí el agradecimiento de todos los peones negros para los tres y un fuerte abrazo.


4 de Febrero de 2007 - 12:37:33 - Luis del Pino

No hay comentarios: