domingo, 27 de mayo de 2007

LOS CATÓLICOS Y LAS ELECCIONES

Los principios no-negociables. Magisterio episcopal: Colombia. México. USA. Brasil. España. Hacia una Iglesia menos numerosa, menos fuerte sociológicamente, pero más cristiana.

El 30 de marzo de 2006, Benedicto XVI daba una clara orientación para la emisión del voto por parte de los católicos:

“En la medida en que afecta a la Iglesia católica, el interés principal de sus intervenciones en la vida pública se centra en la protección y la promoción de la dignidad de la persona y por ello presta particular atención a los principios que no son negociables. Entre éstos, hoy emergen claramente los siguientes: -protección de la vida en todas sus fases, desde el primer momento de su concepción hasta su muerte natural; -reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como una unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa ante los intentos de hacer que sea jurídicamente equivalente a formas radicalmente diferentes de unión que en realidad la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel social insustituible; -la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos.

Estos principios no son verdades de fe, aunque queden iluminados y confirmados por fe; están inscritos en la naturaleza humana, y por lo tanto son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia en su promoción no es por lo tanto de carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, independientemente de su afiliación religiosa. Por el contrario, esta acción es aún más necesaria en la medida en que estos principios son negados o malentendidos, pues de este modo se comete una ofensa a la verdad de la persona humana, una grave herida provocada a la justicia misma.” (Vid también NG 821)

En mayo de 2006, los obispos colombianos haciéndose altavoces de Su Santidad recordaron los tres principios no-negociables expuestos por Benedicto XVI, como lo mismo hizo en abril el Presidente de la Conferencia Episcopal de México, (vid. NG 774; vid. también Exhortación postsinodal Sacramentum Caritatis, 22-02-07, n. 83)

Los obispos norteamericanos insistieron reiteradamente en que “la posición sobre el aborto es un factor determinante que califica o descalifica a un candidato para recibir el voto de los católicos, porque sin desmerecer otros temas de doctrina social de la Iglesia, el asesinato del niño no nacido afecta al primero de los derechos humanos -el derecho a la vida- del cual dependen todos los demás derechos. El magisterio de los obispos no favorece ni se opone a ningún partido, sino que en cumplimiento de su mandato apostólico, orienta a los fieles sobre cómo juzgar a la hora de votar.” (Vid. NG 779 y 663-664). También en Brasil, el arzobispo de Río de Janeiro, promovió y alentó la defensa del orden natural en las elecciones (vid. NG 796 y 797)

En España

De cara a las elecciones municipales y autonómicas del 27 de mayo próximo, los obispos españoles no han dudado en recalcar que si bien "ningún partido" recoge "exhaustivamente" los principios de orden natural sobre los que ha de edificarse la sociedad, hay algunos que los contradicen "portentosamente".
Ante esta situación los prelados españoles han recordado que “el ejercicio responsable del voto exige a los católicos y hombres de buena voluntad" tener en cuenta "la compatibilidad de las propuestas de los partidos políticos con la fe y las exigencias de la vida cristiana, y su sintonía o aversión hacia los valores que los cristianos deben promover en la vida pública".

Vida, matrimonio, libertad religiosa

El 15 de mayo los obispos andaluces decían: “A la hora de emitir el voto se ha de tener presente la postura de los candidatos con respecto a los derechos fundamentales de la persona, en particular del derecho a la vida en todas sus etapas; la tutela de la libertad religiosa, que incluye respeto a los signos religiosos, a su expresión pública y a la valoración de la religión. El reconocimiento de la función social y defensa de la familia fundada en el matrimonio. Así mismo, el derecho a la educación y la promoción de una cultura abierta a los valores morales y religiosos, y a las legítimas tradiciones de nuestro pueblo”.

Mejoras sociales no justifican atentados contra la vida

Por su parte, los obispos madrileños, "en su misión de iluminar la conciencia de los fieles católicos y de los hombres de buena voluntad" señalan entre sus principios que "el aborto, los métodos anticonceptivos abortivos y la eutanasia no pueden ser justificados nunca" por parte de los candidatos "en pro de políticas sociales", ya que contradicen los derechos fundamentales de la persona, "sobre todo del derecho a la vida en todas sus etapas".

Vida, familia, derechos de los padres

También a mediados de mayo, el obispo de Huesca, Mons. Jesús Sanz decía: “Con el deseo de iluminar la conciencia de los fieles católicos y de las personas de buena voluntad, indico algunos puntos que puedan ser tenidos en cuenta” a la hora de votar: “1. La transparencia en la verdad, en contra del uso de la mentira de quienes confunden a los ciudadanos secuestrándolos en su señuelo, y de quienes con el engaño destruyen política y mediáticamente a los adversarios para perpetuarse en el poder. 2. El respeto a la vida, desde su inicio a su fin natural, en contra de la difusión del aborto y de la eutanasia, así como el desprecio de la dignidad y libertad de las personas. 3. El apoyo decidido y claro a la familia como unión estable entre un hombre y una mujer abiertos a la vida, reconociendo su impagable función social (…) 4. Una política educativa que respete el derecho natural y constitucional de los padres para elegir el centro educativo, la educación integral de sus hijos basado en sus convicciones morales y religiosas, sin la intromisión adoctrinadora del Estado.”

Mons. Sebastián: respeto a la ley natural

“En el ejercicio del voto lo que la Iglesia nos pide es que votemos responsablemente, valorando las repercusiones morales de nuestro voto en favor del bien común, por supuesto en los aspectos opinables de la vida social, en cuestiones de sanidad, economía, medios de comunicación, políticas de inmigración, o de alianzas exteriores, etc. Pero más todavía respecto de las instituciones o actividades que afectan más directamente a la vida de las personas, como la bioética, el tratamiento de embriones humanos, la protección del matrimonio y de la familia, la libertad en la enseñanza y educación de los hijos, el respeto a la Iglesia católica y a la religión en general, etc Esta valoración de los aspectos y consecuencias morales del voto es muy importante para el bien común de una sociedad y de sus componentes y requiere básicamente el respeto a la ley natural que es el contenido esencial de esa ley moral objetiva que fundamenta la cohesión espiritual de una sociedad” (…) “Vamos hacia una Iglesia posiblemente menos numerosa, menos fuerte sociológicamente, pero más claramente cristiana, con perfiles más definidos, con una vida más santa y coherente, con más fuerza testimoniante, más interpelante y convincente. (…) Vivimos tiempos de prueba, hagamos que con la ayuda de Dios se conviertan en tiempos de renovación, tiempos de evangelización, tiempos de regeneración moral de la sociedad (…).” (Mons. Fernando Sebastián Aguilar, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, 17-03-07). FIN, 25-05-07
Fuente: NOTICIAS GLOBALES

viernes, 4 de mayo de 2007

Insultos de campaña

Cada día me gustan menos los insultos; y es una pena, porque resulta cómodo rebatir los argumentos del contrario a base de adjetivos descalificativos. No cabe duda de que uno se ahorra tiempo y energías. Además, a falta de otros recursos mentales, es un buen sistema para acallar a un interlocutor molesto. El insulto es la metáfora de un puñetazo en el hígado, y contra expresión tan contundente no hay silogismos que valgan.

Hace algún tiempo, J. Esteban escribió todo un libro, en el que sostenía que como en España no se insulta en ningún sitio; que el insulto ibérico, como el jamón, es el más rico, original e imaginativo del Planeta. Pero Esteban se equivocaba, y él mismo lo demuestra a lo largo de su brillante ensayo: todos los improperios que cita pertenecen a un pasado remoto: al siglo de oro, al refranero... Sí, es verdad que Quevedo, Lope o Góngora supieron injuriarse con notable ingenio. Pero la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI son de una lamentable pobreza imprecatoria. Ya no se insulta como antes. Se ofende más que nunca, de acuerdo, pero siempre con los mismos vocablos sucios y malolientes.

— ¿Y usted qué opina del imbécil ese…?

Mi amigo añadió el nombre de un ilustre profesor, que ostenta un cargo importante en la administración del Estado.

No sé lo que le respondí –ando mal de reflejos–; pero debería haberle dicho la verdad: que, a partir de ese salivazo, el personaje en cuestión goza ya de todas mis simpatías, ya que, últimamente, cada vez que oigo o leo un insulto, tiendo a ponerme de parte del injuriado y me entran unos enormes deseos de romper las piernas al ultrajador.

Como veis no se trata de un ataque de mansedumbre; mis instintos criminales siguen intactos; pero me da pena comprobar que en esta tierra nuestra no hay discusión posible sin agredir al contrario o a un tercero ausente con un arma tan estúpida. Incluso para alabar a alguien parece necesario denigrarle previamente:

— Hay que reconocer –vomitaba un forofo– que el hortera de Ronaldo siempre encuentra la portería contraria.

Y es que las cualidades del prójimo nunca se ponderan gratis. A lo sumo se "reconocen" con dolor si no hay más remedio y, por supuesto, se aprovecha la ocasión para llamar hortera al homenajeado. Así las cosas, Dios nos libre de algunos elogiadores.

¿Y qué decir de los políticos?

— Compréndelo: estamos en campaña.

Eso es lo que menos entiendo. Cuando lleguen la elecciones, los mismos que se insultaron con encono durante meses se darán cordialmente la mano. El derrotado felicitará al vencedor y ambos sonreirán a las cámaras en sublime gesto de madurez democrática.

— Una estupenda lección, ¿no?

— No, amigo Kloster. Yo no sería capaz de dar un abrazo a quien me insulta –después de haberlo hecho yo también– a no ser que nos hayamos pedido perdón mutuamente. Sin este elemental requisito, una de dos: o los insultos eran una comedia o es una comedia la cordialidad final.

— ¿Preferirías que sigan injuriándose?

— Al contrario. Me gustaría que no lo hicieran nunca; que comprendieran que el insulto no es la antesala de la violencia: es la violencia misma. Que me perdonen mis paisanos (lo escribo con especial dolor): En aquellas tierras del norte no sólo hay bombas, también hay demasiadas palabras amargas y hostiles en boca de gente honrada y sensata. Y las palabras cargan las pistolas.

Jesús dijo una vez: "todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano imbécil, será reo ante El Sanedrín; y el que le llame renegado, será reo de la gehenna de fuego."

Cuando era joven el texto evangélico me parecía exagerado. Ahora creo entenderlo y me gustaría, ¡ay de mí!, empezar a vivirlo.

Enrique Monasterio